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                          La Investigación Epidemiológica en el 
                          Autismo: Una visión integradora 
                          Manuel Posada de la Paz, María José Ferrari, 
                          Eva Touriño y Leticia Boada 
                        Simposium Satélite: Autismo 
                          VII Curso Internacional de Actualización en Neuropediatría 
                          y Neuropsicología Infantil 
                          Valencia, 24 de febrero de 2005 
                         
                          Introducción 
                        Sesenta años después de las primeras 
                          publicaciones sobre Autismo realizadas por Leo Kanner 
                          (1943) y Hans Asperger (1944), todavía hoy continúan 
                          vigente los criterios descritos por estos autores, a 
                          los que hay que añadir los propuestos por Rutter 
                          en 1978, como base del diagnóstico de autismo. 
                          Dichos criterios, basados en la observación clínica, 
                          tales como el aislamiento social, los trastornos del 
                          lenguaje y la presencia de movimientos estereotipados, 
                          suponen un grado de dificultad importante para la identificación 
                          de casos en edades tempranas o en aquellos casos donde 
                          las manifestaciones no son tan evidentes.  
                        Definición y clasificación 
                        La clasificación de la Asociación de 
                          Psiquiatría Norteamericana (DSM-IV-TR) define 
                          los Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD), e 
                          incluye en este concepto el trastorno autista, el trastorno 
                          de Asperger, el trastorno desintegrativo infantil, el 
                          trastorno generalizado del desarrollo no especificado 
                          - TGD NE, y el trastorno de Rett. Por su parte, la décima 
                          revisión de la clasificación internacional 
                          de enfermedades de la OMS (CIE-10), utiliza también 
                          el término “Trastornos Generalizados del 
                          Desarrollo”, aunque luego el listado de patologías 
                          incluidas no es idéntico al utilizado en el sistema 
                          DSM. Cabe señalar que esta denominación 
                          no es, en realidad, estrictamente correcta, ya que el 
                          desarrollo no está afectado de manera “generalizada” 
                          en estas personas y por ello se viene utilizando el 
                          término “Trastornos del Espectro Autista 
                          – TEA”, que pretende mostrar la existencia 
                          de una gran variabilidad en la expresión de estos 
                          síndromes y de paso evitar la confusión, 
                          a la que podría derivar, el término TGD. 
                          Sin embargo, esta variabilidad terminológica 
                          no es universalmente compartida y por ello los términos 
                          TEA y TGD suelen intercambiarse en la literatura con 
                          cierta frecuencia. 
                        Etiología 
                        Hasta los años 60 el autismo se atribuía 
                          a factores afectivos inadecuados del niño con 
                          sus figuras de crianza, especialmente con la madre. 
                          El primer estudio en aportar una explicación 
                          psiconeurobiológica fue realizado en 1964. En 
                          el mismo, el autismo se presentaba como un trastorno 
                          de los sistemas cerebrales encargados de regular el 
                          arousal y la atención. Más tarde empieza 
                          a extenderse la idea de la existencia de un déficit 
                          cognitivo principalmente lingüístico originado 
                          por alguna alteración neurobiológica y 
                          se realiza el primer estudio dirigido a demostrar la 
                          relevancia de los factores genéticos.. 
                           
                          Actualmente existen múltiples evidencias de la 
                          implicación de factores genético-biológicos 
                          en la patogénesis del trastorno autista, basadas 
                          en: 
                          Observaciones neurobiológicas: Los niños 
                          autistas presentan mayor incidencia de anomalías 
                          físicas, persistencia de reflejos primitivos 
                          y signos neurológicos blandos como hipotonía 
                          y falta de coordinación motriz. Aparecen crisis 
                          epilépticas en un alto porcentaje de los pacientes 
                          (8-14% en niños, y 20-35% en adultos) y alteraciones 
                          en el EEG. Asimismo, en pruebas diagnósticas 
                          morfofuncionales se observan alteraciones en diversas 
                          parte del cerebro.  
                          Patología perinatal: Se han descrito una mayor 
                          asociación de complicaciones obstétricas 
                          durante el embarazo y parto de niños autistas. 
                           
                          Genéticos: La prevalencia del autismo en gemelos 
                          monocigotos puede llegar a ser superior al 60%, mientras 
                          que en hermanos es del 3%. También se ha descrito 
                          una mayor prevalencia de algún tipo de TGD o 
                          TEA entre los hermanos de un caso de autismo, oscilando 
                          estas cifras entre un 6-9%. Otros miembros de la familia 
                          presentan una mayor prevalencia de trastornos cognitivos 
                          o del lenguaje. También se han visto en niños 
                          autistas alteraciones cromosómicas o de determinados 
                          genes implicados en la regulación de algunas 
                          funciones cerebrales. Es frecuente la aparición 
                          de autismo asociado a diversas patologías de 
                          base genética, como la esclerosis tuberosa (entre 
                          el 17 y el 60% de los niños), y el Síndrome 
                          de X- frágil (entre el 3 -25 % de los niños). 
                        Neuroanatómicos y neuroquímicos: Un tercio 
                          de los niños autistas tienen niveles incrementados 
                          de serotonina plasmática y de ácido homovalínico 
                          en LCR, aunque estos hallazgos no son específicos. 
                          En el 40% de los casos se ha demostrado la existencia 
                          de auto- anticuerpos para los receptores A1 de la serotonina 
                          y estos niños padecen con más frecuencia 
                          enfermedades autoinmunes. También se han encontrado 
                          alteraciones estructurales cerebrales en lóbulo 
                          frontal y temporal, corteza cerebral, cerebelo, amígdala 
                          e hipocampo y disminución de las células 
                          de Purkinje.  
                        Ambientales: Aunque no existen pruebas concluyentes, 
                          los efectos biológicos de ciertos metales pesados 
                          como el mercurio, cobre y plomo, o contaminantes químicos 
                          persistentes tales como los Bifenilos policlorados (PCBs) 
                          y las dioxinas, están siendo foco de atención 
                          en muchos estudios multicéntricos como factores 
                          de riesgo en la alteración del desarrollo neuroconductual 
                          del niño y por extensión en el autismo. 
                          También se ha implicado a la vacuna triple vírica 
                          (sarampión, rubéola, parotiditis) no tanto 
                          por los efectos de la vacuna en sí mismos, sino 
                          por algunos conservantes derivados del mercurio (thiomerosal), 
                          que fueron utilizados en algunas partidas de estas vacunas 
                          en el pasado. Sin embargo, y aunque esta última 
                          posibilidad está ahora completamente descartada, 
                          se pone en evidencia la preocupación por la presencia 
                          de factores ambientales en el origen de estos trastornos. 
                         
                          Epidemiología descriptiva 
                        Los primeros signos visibles pueden aparecer desde 
                          el primer año de vida, aunque éstos puedan 
                          observarse después de meses e incluso años 
                          de desarrollo normal, como ocurre en el trastorno desintegrativo 
                          infantil y el Síndrome de Rett. Con mucha frecuencia 
                          el diagnóstico de Autismo no se realiza hasta 
                          dos o tres años después de aparecer las 
                          primeras señales de alarma. La distribución 
                          por género es de 4 hombres por cada mujer en 
                          el trastorno autista, y 8:1 en el Síndrome de 
                          Asperger. No se han observado diferencias significativas 
                          de tipo socio-económico entre las familias de 
                          los niños afectados. 
                        Durante la última década, el número 
                          de estudios epidemiológicos sobre autismo ha 
                          experimentado un notable aumento. La prevalencia estimada 
                          del "autismo" en la década 1980-90 
                          era de 4-5/10.000 habitantes. Los estudios mas recientes 
                          estiman tasas entre el 30-60/10000. La prevalencia encontrada 
                          en un estudio poblacional en Brick Township, New Jersey, 
                          en 1998 fue de 67 de cada 10.000 niños entre 
                          3 y 10 años de edad. En el estudio realizado 
                          por el Centro para el Control y la Prevención 
                          de Enfermedades (CDC) en el área metropolitana 
                          de Atlanta la prevalencia de los trastornos del espectro 
                          autista fue de 34 por 10.000 entre niños de 3 
                          a 10 años. La prevalencia estimada en el reino 
                          Unido por la Nacional Autistic Society es de 91/10000 
                          menores de 18 años. Determinados autores consideran 
                          que esta prevalencia podría estar infraestimada, 
                          ya que no incluiría el autismo de alto funcionamiento 
                          cognitivo o Síndrome de Asperger. En cualquier 
                          caso, parece existir un incremento del 97% entre 1999-2002 
                          documentado por el California Department of Developmental 
                          Service.  
                        Los posibles factores implicados en este incremento 
                          pueden deberse a cambios en los patrones de referencia 
                          y en los criterios diagnósticos, en una mayor 
                          concienciación sobre las diferentes manifestaciones 
                          del comportamiento autista o a la mejora de las herramientas 
                          diagnósticas. Aunque algunos de estos factores 
                          pueden estar contribuyendo - y, por lo tanto, sesgando 
                          las cifras de incidencia observadas en la actualidad 
                          -, no se descarta la existencia de una epidemia larvada 
                          de autismo debida a factores no bien conocidos. La declaraciones 
                          que presentaban el autismo como una epidemia y como 
                          alarma nacional, han sido propuestas por organismos 
                          como el CDC, lo que en Estados Unidos ha llevado a desarrollar 
                          toda una amplia campaña en favor del estudio 
                          de esta patología, en la que se implicarían 
                          tanto los organismos de salud pública e investigación, 
                          como asociaciones de afectados. La cantidad aportada 
                          en EEUU a la investigación sobre autismo por 
                          los National Institutes of Health -NIH- pasó 
                          de ser de 22 millones de dólares en 1997 a 56 
                          millones en 2002. 
                        En España, desconocemos los datos numéricos 
                          de incidencia y prevalencia del autismo, ya que no existen 
                          estudios poblacionales. La mayoría seleccionan 
                          las muestras en base a situaciones de oportunidad y 
                          accesibilidad a los casos siendo la mayoría de 
                          ellos estudios descriptivos con abundantes sesgos. 
                        Estado del cribado sobre autismo 
                           
                          La mayor preocupación que hay en la actualidad 
                          en el mundo científico del autismo es comprobar 
                          si realmente estamos o no ante una epidemia de casos 
                          de autismo, porque de ser así, los costes sociales 
                          y médicos que tendrían que dedicarse a 
                          la atención de esta discapacidad se dispararían 
                          espectacularmente. Por eso, es urgente identificar los 
                          factores de riesgo del autismo y vigilar sus tasas de 
                          incidencia anual. 
                        Dado que la intervención temprana presenta su 
                          mayor eficacia cuando se instaura precozmente, y que 
                          los datos más recientes apuntan a que el autismo 
                          puede empezar a detectarse con cierta seguridad a los 
                          dos años de edad, es por lo que en los últimos 
                          años se han intensificado los esfuerzos en el 
                          desarrollo de modelos de cribado de los TGD/TEA. 
                        Hace dos años, se creó en el Instituto 
                          de Salud Carlos III un grupo de trabajo multidisciplinar 
                          sobre autismo, Grupo de Estudio sobre los Trastornos 
                          del Espectro autista (GETEA) que asumió la evaluación 
                          del estado de la investigación de los TGD en 
                          España. Esta actividad ha sido cofinanciada durante 
                          dos años consecutivos en la convocatoria para 
                          proyectos sobre discapacidad de la Fundación 
                          Obra Social de la Caja de Madrid. Los resultados de 
                          dicho proyecto pueden encontrarse en la página 
                          Web que el ISCIII ha diseñado (http://iier.isciii.es/autismo) 
                          con este fin. 
                        Este mismo grupo realizó una encuesta a 646 
                          familias de personas con autismo para analizar la valoración 
                          que tenían sobre el proceso diagnostico de sus 
                          hijos y la demora diagnóstica en este trastorno, 
                          detectando un retraso de más de 31 meses desde 
                          la primera consulta hasta la obtención de un 
                          diagnóstico de TGD. El mayor peso del retraso 
                          diagnóstico se debe al sistema sanitario aunque 
                          se observa una tendencia hacia un diagnóstico 
                          más temprano en los niños menores de 6 
                          años. Debido a esta demora diagnóstica, 
                          la eficacia de la atención temprana queda en 
                          entredicho al no instaurarse en el momento apropiado. 
                         
                        Una apuesta por el futuro de la investigación 
                          en los TEA 
                        Aunque el principal problema del autismo se centra 
                          en el desconocimiento de sus causas y, por lo tanto, 
                          en su abordaje terapéutico, existen una serie 
                          de problemas centrados en torno la escasa formación 
                          de los pediatras con respecto a la detección 
                          de estas enfermedades y a la dificultad diagnóstica 
                          del trastorno que dificultan el conocimiento de la incidencia 
                          de los TEA en la actualidad y si el incremento detectado 
                          en los últimos años es real o no. Para 
                          ello, se han perfeccionado herramientas de cribado, 
                          como el M-CHAT y se han mejorado los criterios de diagnóstico, 
                          DSM-IV-TR así como las pruebas de evaluación 
                          clínica y psicológica, que hoy por hoy 
                          son las que nos permiten el diagnóstico diferencial 
                          de las patologías asociadas al autismo y la identificación 
                          de los diferentes fenotipos existentes en los TGD. 
                        Solamente, a partir de una correcta identificación 
                          de la identificación del número real de 
                          casos que aparecen anualmente y de la vigilancia de 
                          sus peculiaridades, es como podremos aproximanos a la 
                          investigación etiológica y terapéutica 
                          de este trastorno. 
                           
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