Esther Cardo (1); Natalia
Méndez (2).
(1). Neuropediatra Hospital Son Llatzer.
Palma de Mallorca
(2). Pedagoga FiSib Hospital Son Llatzer. Palma
de Mallorca
RESUMEN
El trastorno por
déficit de atención/hiperactividad (TDAH) es un trastorno del
desarrollo cuyos síntomas aparecen en la niñez, y que
habitualmente se presenta con un patrón dominante crónico de
deterioro en diferentes ámbitos (social, escolar, laboral, y en lo
relativo a la función adaptativa para la vida diaria). Se caracteriza
por un déficit en relación con la atención sostenida y la
impulsividad conductual, así como por problemas a la hora de regular el
nivel de actividad del individuo (hiperactividad o agitación) (Biederman y col., 2005).
Estos
síntomas tienden a afectar de forma negativa a nivel social, familiar,
académico y laboral, e impactan en gran medida en la calidad de vida del
sujeto y de su familia. El tratamiento farmacológico ha demostrado ser
eficaz en la mayoría de niños y adolescentes con TDAH (Spencer y
col., 2007). Los tratamientos actuales recomendados por las distintas
guías internacionales, como por ejemplo, la guía NICE (NICE,
2006), incluyen el uso de psicoestimulantes, tales
como metilfenidato y/o anfetamina, y de
fármacos no psicoestimulantes, como por
ejemplo atomoxetina.
Asimismo y en la
actualidad, diversos estudios han mostrado respuestas terapéuticas
favorables con la utilización clínica de ácidos grasos
Omega-3 en pacientes con déficit de atención con hiperactividad.
Los ácidos grasos poseen propiedades antiinflamatorias y pueden alterar
la fluidez de las membranas celulares del sistema nervioso central y la
composición fosfolipídica. La fluidez
de la membrana celular puede alterar la neurotransmisión de la
serotonina y la dopamina.
Una de las
más recientes revisiones en la materia, menciona que la suplementación con ácidos grasos Omega-3,
particularmente con altas dosis de ácido eicosapentaenoico
(EPA), fue modestamente efectiva en el tratamiento del TDAH (Bloch y col., 2011). La relativa eficacia de los
ácidos grasos Omega-3 fue modesta en comparación con los actuales
tratamientos farmacológicos como los psicoestimulantes.
El ácido
graso esencial omega 3 es fundamental en el desarrollo del S.N.C en el
niño, mejora la función inmune, disminuye la agregación plaquetaria, mejora la dilatación de las arterias,
disminuye la respuesta inflamatoria y también los niveles de
triglicéridos en sangre.
El ácido
graso esencial Omega 6 ayuda a la formación de membranas celulares,
contribuye a disminuir los niveles de colesterol total y colesterol LDL, da
lugar al correcto funcionamiento del sistema inmunológico y a la
correcta formación de la retina.
Desde hace 150
años el equilibrio entre los AGPI-LC omega 6 y omega 3 se ha
“roto”. El DHA está presente en grandes cantidades
únicamente en un número muy limitado de alimentos, cuyo consumo
infantil (en gran parte del mundo) es bajo. En España, el 60% de los
españoles no consumen suficiente pescado azul, la principal fuente de
Omega3 DHA.
En la actualidad,
diversos estudios han mostrado respuestas terapéuticas favorables con la
utilización clínica de ácidos grasos Omega-3 en pacientes
con déficit de atención con hiperactividad. Autores como Arnold, 1994; Voigt, 2001;
Richardson, 2002 y 2005; Stevens, 2003; Sorgi, 2007;
Sinn, 2007 y 2008; Vaisman, 2008; Belanger,
2009; Johnson, 2009; Gustafsson, 2010; Huss, 2010; Manor, 2012 y Milte, 2011 y 2012 realizaron ensayos con suplementación de ácidos grasos esenciales y
obtuvieron resultados con efectividad moderada.
Uno de los
más recientes estudios en la materia, menciona que la suplementación con ácidos grasos Omega-3,
particularmente con altas dosis de ácido eicosapentaenoico
(EPA), fue modestamente efectiva en el tratamiento del TDAH (Milte, 2011). Hay indicios de que los niños con TDAH
con dificultades de aprendizaje, cuyas concentraciones eritrocíticas
de DHA son menores a las de aquellos con TDAH sin dificultades, responden mejor
a la complementación con AGPI-LC Omega-3.
Los suplementos
con las dosis más altas de EPA se asociaron significativamente con el
aumento de la eficacia en el tratamiento de los síntomas del TDAH. Ya
que la evidencia de eficacia es moderada, puede ser razonable utilizar
suplementos de grasos omega-3 para complementar las intervenciones
farmacológicas tradicionales o para familias que rechazan tratamientos
farmacológicos.
Sonuga-Barke (2013) realizó un metaánalisis de los últimos ensayos de suplementación de ácidos grasos. Cinco de los
ensayos incluían la suplementación con
omega 3, dos de los ensayos con omega 6 y el resto de ensayos incluían
la suplementación con ambos ácidos
grasos. Concluyó que los efectos fueron moderadamente significativos,
aunque lo fueron más en los estudios que eran doble ciego.Los
estudios sugieren que es importante escoger el tipo de AGPI-CL con el que se
decide suplementar y también la relación entre ellos.
Conclusiones
Podemos concluir
que en la infancia existen suficientes evidencias científicas de que los
ácidos grasos omega-3 juegan un papel importante en relación con
un funcionalismo neurológico “normal”, con potencial
terapéutico sobre TDAH y otros trastornos del neurodesarrollo.
Aunque el tamaño del efecto es pequeño.
Hay que poner
énfasis en la importancia de la proporción entre omega 6/3 y su
eficacia, que es más clara en situaciones de bajas concentraciones o de
Riesgo ejemplos la prematuridad, enfermedades crónicas como fibrosis quística
y otras metabolopatías.
También
debemos de valorar la importancia de los períodos ventana: embarazo,
Lactancia materna….etc. hasta que los niños puedan incluir
alimentos ricos en n-3 en la alimentación complementaria, o cuando
sospechemos un déficit carencial.
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