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El diagnóstico exacto es la piedra angular en Medicina. La  Epilepsia no es una excepción a esta regla. Sin embargo, mientras que en las enfermedades comunes el paciente percibe síntomas como la debilidad o  la fiebre, y por eso acude al médico, en la epilepsia el paciente está totalmente asintomático. Las crisis epilépticas aparecen de forma inesperada y  duran breves segundos. Por regla general el paciente está desarrollando su vida normal y los testigos oculares del ataque muchas veces no son ni siquiera sus  familiares.

Recientemente la grabación mediante los smartphones de estos episodios ha supuesto una apreciable ayuda. Así suele ser común en nuestras consultas que los pacientes nos muestren vídeos realizados en momento crítico por un testigo ocular que ha tenido el temple y la prudencia de sacar su móvil y grabar los movimientos y la cara del paciente en plena crisis.

Los especialistas en epilepsia necesitamos ver la crisis convulsiva del mismo modo que los dermatólogos necesitan ver la piel del paciente. A todo esto se añade el incalculable valor de poder enviar fácilmente y en cuestión de segundos, la fotografía o el vídeo  al médico.  Los médicos, entre sí, pueden enviar la imagen a un grupo de colegas que opinan casi de forma instantánea sobre lo que ven, de forma que está surgiendo una nueva forma de sesión clínica online que no habíamos ni siquiera imaginado hace unos años.

crisis epileptica

En las sesiones clínicas, además, es posible presentar las crisis a los colegas en pantallas de proyección,  de manera que todos puedan aportar sus conocimientos.  En muchos campos de la medicina, la tecnología permite aportar imágenes  para el diagnóstico y ya es  cada vez más infrecuente que el paciente tenga que acudir a la sesión clínica para ser examinado por todos los médicos.  Pero en el caso de la epilepsia, la tecnología es especialmente útil, porque aunque el paciente acuda a la consulta o a la sesión clínica,  es imposible examinar la crisis,  ya que esta no se presenta a voluntad para ser examinada.

A este respecto, recuerdo el caso de un niño que presentaba una crisis de mirada fija y parpadeo en un solo ojo. Tras examinar el vídeo remitido por la madre, un colega especialista advirtió que lo que ocurría en realidad no era que un ojo parpadeaba en exceso, ¡sino que el otro ojo no parpadeaba!. Se trataba en realidad de los pródromos, es decir, los primeros signos,  de una parálisis facial que se estaba iniciando en ese momento. Se instauró tratamiento inmediato con corticosteroides, y la parálisis remitió sin secuelas en las siguientes semanas.

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